sábado, 15 de septiembre de 2012

LA NOCHE OSCURA




A veces a pesar de vivir en días de luz, de creer que hay un gran Dios esperándote en algún lugar, a pesar de sentir la caricia de Eolo en tu cara, la luz se convierte en sombras acartonadas, no te reconoces y Poseidón golpea con su tridente los cimientos que hacen de tu carne un lugar resbaladizo e inestable.

El calor de las miradas se congela en tu pupila seca de lágrimas, tu cuerpo no siente el contoneo de la vida y sólo vives en el silencio y en la soledad de tus palabras, a las que dedicas tu perfil más áspero y tus berridos más despreciables.

En tus entrañas se produce un terremoto y todo cambia de lugar. Tu cerebro ahora anda en los pies arrastrando toda la frustración que no ha sabido digerir, tu corazón se confunde y queriendo decir sí, da un no, ha olvidado el ritmo del latido del pecho de tu amor. Tus manos olvidan el rastro que va hacia el fuego de tu hogar, ya no quieren compartir el misterio de una caricia, sólo piensan en abrigar reproches y en romper verdades. Tu estómago no sabe traducir el lenguaje de las especias, se paraliza aburrido de comer siempre hervidos de desgana. Los riñones se saturan tras haber filtrado días no fecundos, días de negro asfalto, echando de menos la feliz resaca que da una noche de sonrisas, que deja el abrazo de un amigo.
Son días en que te tienes que enfrentar cara a cara con tu escenario de realidad y en los que tienes que decidir, en tu rincón y tras una cortina, si quieres seguir en el camino que ahora es de barro, de pesimismo, de ingratitud pero que con sólo el olor de una noche de pasión se puede convertir en la senda que da gracias a la vida por ser sencilla, tan llena de sorpresas y a la vez tan puta.

 Esas son las harinas que amasan mis manos estos días en los que intento, pétalo a pétalo, hablar con cada uno de mis sentimientos, empaparme con cada una de mis miserias y así hacer un único cuerpo que sabrá distinguir los días de tormenta sabiendo, eso sí, que siempre habrá un nuevo amanecer.

Hay que dar una oportunidad a la ilusión del optimismo, a mi quimera, incluso a mi malafollá.