viernes, 22 de febrero de 2013

CEÑIDO A MI BURLADERO







¿Qué se esconde detrás del miedo
 sino un salto al vacío del abismo?

¿Qué se esconde detrás de un grito de rabia
sino la turbación de los días perdidos?

¿Qué se esconde detrás del silencio entre tú y yo
 sino unos falseados pasos sin retorno y a oscuras?

¿Realmente queremos oír la verdad de los ojos que miramos o sólo
pasar las hojas del calendario y esperar la próxima estación?

Porque es fácil cambiar en los libros, es sencillo amar en San Valentín.

Desde mi recreo veo como se deterioran
 los saltos al talud de mi temeridad.

Yo, platónico decepcionado y maduro,
al disfrutar del calor que dan los pliegues de mis arrugas,
me siento  cada vez más amante de los grados de la angustia.
 
Yo, en mi feudo de egoísmo cada día selecciono más las miradas
 y menos lo diminuto que vive en la brisa del vuelo de las garzas.

Ceñido a mi burladero, el carnaval, el baile de máscaras
cada vez tiene más sentido.

Yo no elegí quererme, pero sí definirme.






sábado, 9 de febrero de 2013

EL BLUES DE ÁFRICA












La arena del desierto me cubre esta mañana y se desliza entre mis dedos para contarme, con sus pentagramas, la historia de la humanidad.

El delta del Níger y sus espíritus se arremolinan en mi salón con sonidos vestidos de blues; el barro, el agua, la saliva y el sudor se mezclan en mi boca para curar mis heridas. Cuántas de mis frustraciones se duermen, al escuchar la música favorita de los dioses en la madraza de barro.

El crujir de las semillas de la calabaza despiertan a la Kora. La Kora aviva a la vieja araña que habita en mis entrañas y tras un breve bostezo sus cuerdas empiezan a sonar, escarbando en mi corazón para encontrar el último latido de mi sangre mestiza. El ritmo obsesivo se atrinchera en mis manos desnudas y comienzo mi viaje al destierro de las canciones, al exilio de mi soledad donde siempre me he hallado. Eso sí, abro la ventanilla para sentir todo el viento en  mi cara.

Un riff de guitarra se aposta en el silencio para romper mis bocetos de consuelo, para destrozar el dolor en mil pedazos con formas de conchas de caracol; pero siento que me cuida, que acaricia mis cejas y que me guía a ese lugar donde lucha mi espíritu animal con el duende que me traerá la conciencia de mi muerte.

¡Sonidos negros! Haced aullar a los perros de los caminos, alimentad a los demonios de una tierra que me hace bailar abrazado a las estrellas.
¡Caderas del trance que intimáis con el viento! Permitidme la eternidad que vive en las palabras escritas en la corteza del árbol.
¡Cresta roja del gallo que enmudece en Tombuctú el grito de África! Convierte en infértil semilla, el grito de integrales combatientes islamistas.






lunes, 4 de febrero de 2013

NÚMEROS, TABACO Y PIEL ROSADA



Números


Nunca tuve oído para escuchar a los números; su música desafinada nunca germinó entre mis lápices sin punta.

Nunca hallé sensualidad en las curvas de un ocho, ni bajo sus torneados senos al sol.

Entre aquellos a los que llaman primos, nunca sentí calor familiar y Pi nunca se rindió a mis encantos.

Me fueron presentados por manos de tiza, compás, cartabón y flautas dulces,
para continuar su peregrinación en trayectos bizcos por el humo en zigzag del tabaco.

Por un cielo vestido de estrellas  en minifalda, de seis y nueve puntas,
disfruté de dulces aromas , amaneceres de resaca y sábanas planchadas.

Pero ceros de envidia encubrieron mi linaje y mi amor por aquella niña y su piel rosada.

Para claudicar enredado en el laberinto de un abecedario de letras y cálamos.

Adormecido por la altura de la poesía y por el éxtasis en mi boca al recitar
la oración que  invoca a la melancolía.