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teclas: 36 negras y 52 blancas. El piano
juega con los mares de Ulises mientras
dos manos laten de amor por encontrar la partitura que hará sonar el
canto del cisne, el sonido más bello.
A la vez el movimiento se funde con el vaho
caliente de un cuerpo que flota en las burbujas de una marea a cámara lenta. La
sensibilidad necesita a la empatía, a la pasión.
Las
ondas se mezclan con el contoneo de unas manos en donde las medusas juegan a
ser bailarinas. Las manos viven sus sueños más románticos y se mueven gracias
al milagro de la danza sobre las aguas.
La
elasticidad recorre todo su camino para llevarnos a un mundo sin gravedad, a un
caos de equilibrio. El pianista imagina los trazos en blanco y negro a cambio de
fundirse con ese segundo de tiempo que convierte al cuerpo en brazos del viento.
Chopin baila en zapatillas para la eternidad.
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