Dedico estas palabras a las
manos
siempre
llenas de Andrés M.
al calor de la amistad de Miguel P.
y al silencio compartido de Andrés S.
Me gusta la sensación de ver el
mundo detrás de mi pelo despeinado. Al doblar mi cabeza hacia adelante y ver mi
presente, veo como juguetean todos los colores del arco iris sobre el azabache
de mi cabello.
Te sientes en una posición
privilegiada, no estás en primera fila, estás tras las bambalinas, protegido
tanto de los piropos de la gente como de sus fracasos, sólo tú y el viento, sólo
el viento y tus latidos.
Me gusta meter mis manos en los
bolsillos del pantalón y buscar entre mis dedos pequeños anises que guardan en
su memoria los cinco sabores de mi piel. Mientras, apoyo mi frente sobre el
cristal ya caliente por el sol e intento olvidar todo lo que sé de mí.
Mis manos arañadas por los
despistes, recogen el calor de mi cuerpo y bombean esa sangre caliente de hogar
a mis dos corazones, que contentos aullarán por haber sabido compartir tanto
las verdades como las mentiras.
Me gusta sentir el abrazo de mis
amigos. Allí entre nuestros cuerpos la palabra patria encuentra toda su
expansión, en ese momento el tiempo comparte toda su eternidad y los
instintos se convierten en el camino a
seguir.
La sensación de equilibrio
desaparece de nuestras cabezas y los pensamientos se mezclan entre ellos para
formar un sólo ente y así combinar todas nuestras miserias con nuestras
virtudes, los silencios con las risas y los sueños con las obligaciones.
Me gusta la ansiedad que a veces
siento en el filo de mi garganta de tener que expresar algo con palabras. Tales
palabras están esparcidas por todo mi cuerpo, cada una son de un país
extranjero pero todas hablan el mismo idioma.
El eco de mi voz llamará a las palabras y éstas
se unirán por el latir de una sola corriente. Mis manos las abrigarán y el
magnetismo del mercurio hará el resto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario