miércoles, 1 de julio de 2015

EL SONIDO DEL VELCRO

                                       
                                                     


                                                                             “Frío y pálido al principio
                                                           como el lirio del hechicero”

                                                                       Robert Graves


 EL SONIDO DEL VELCRO
                    

Sólo somos dos hombres en un diario de pasión inabarcable. El deseo que mancilla cinco veces al día los absurdos mandamientos hechos por hombres igualmente absurdos.
Cuántas veces nos hemos atado las manos para intentar coagular nuestro amor en una sola historia. Cuántas veces hemos peregrinado al deseo de que nuestro amor saliera por una noche de esta habitación y recorriera las aceras que ensanchan nuestro orgullo, libre como el bisbiseo de las colmenas y olvidarnos de la realidad y de las falsas creencias. De mi realidad, cuando recojo en cada despedida, esas migajas con las que alimentas promesas disfrazadas de una vida por compartir. De tu realidad: una esposa y dos hijos, con los que purificas tu culpa y con la que lapidas noche tras noche mis sueños.
A pesar de todo voy a volver a la habitación que cada jueves nos moldea en un solo cuerpo de barro y escribir con el agua el guión que recite tu nombre por los escaparates del arrabal, libres ya de tradiciones, saneados de complejos. Voy a convertirme en una cinta de pequeñas púas flexibles que acaban en forma de gancho, para que al tocarte con la más mínima presión me enganche a tu pelo enmarañado y me permita tu agarre como un náufrago en la mar con salvavidas.
Sin malgastar un instante preparo el día en que me dirás, buscando mi mano, que  nuestro amor antes invisible va a encarnarse para dejar de comer la carne muerta de la insatisfacción y que vas a dar un paso al frente, campo a través de todas las miradas, orgulloso de la piel de tu deseo. Una  hora después interpretarás mi geografía como si fuera un mundo nuevo, sabedor de la suerte de haber encontrado, la quinta hoja del trébol.