La música y yo nos
entendemos a la perfección. Entre nosotros no hay secretos, no hay falsas
traducciones sino un lenguaje común… el de los sueños, el del vacio y el del delirio.
Si tú le pintas los
labios ella te promete una noche de excentricidades con Mick Jagger, si la
invitas a chocolate aparece un piano de la mano de Norah Jones, si le lees un
cuento, de repente, surge de tu mano una pinta de guinness y empiezas a bailar, si
compartes tus lágrimas con ella, empiezas a hablar en italiano y ella te
contesta con arias de celos y amor. Y así, de su lado mil epopeyas que contar y mil montañas que
conquistar.
Uno de esos episodios
lo vamos a vivir de la mano del grupo Vetusta Morla y su canción
“ Los días
raros”. Así he imaginado yo esta canción:
“Al final del día el
mar está tranquilo y en calma, la marea empieza a sentir el ritmo de la canción y el piano
se siente en su hogar. La tarde empieza a relajarse y las gaviotas flotan al ritmo
de las corrientes.
Los tambores inician su danza y las sirenas comentan con risas los
juegos de los niños. La montaña rusa abre sus puertas y yo, después de abrir mi
último regalo, me dirijo hacia ella.
Ya estoy en marcha, el volumen al máximo y
empieza el eco en un sólo grito. Cojo inercia y asciendo contra el viento para empezar
a bajar a toda velocidad. Se despliegan mis alas y mi mente se abre al infinito,
siento como la vida estalla en mis entrañas y me dice que este viaje merece la
pena. Desaparece la gravedad,la injusticia y el futuro no para de reir. La
canción y su eco me inundan para convertirnos en uno”
Sería bonito que al morir me
convirtiera en canción.