lunes, 11 de diciembre de 2017

¡VIVA LA MADRE SUPERIORA!







A mis hermanos de convento


El Monasterio de los Esdrújulos ya tiene padre prior. El lema bajo el que vestirá su mandato será: ¡Qué Dios nos pille confesados! La sabiduría, hecha madera de olivo, ha escogido las manos que nos dirigirán en nuestra vocación por la ruta más serpenteante y en la resistencia ante la muerte de la luz y las palabras.

Somos cinco los hermanos alrededor de la mesa, cinco los votos infieles que aportaremos para tutear a Dios el día del juicio final; cinco los oficios que harán de esta orden el camino imperfecto hacia el triunfo en un campo de minas.

Nuestra penitencia favorita serán las mujeres que amamos; el silencio un aliado después de un chocolate caliente y uniremos pobrezas para ser los hombres más ricos del lugar.

A mi derecha el padre prior, nervioso, fuma un puro y mesa su barba blanca ante su nueva función dentro del claustro. Sobre su espalda el peso de la tradición, la llave que ha de abrir los conjuros, la bodega y el secreto para ganar partidas de cartas al diablo. Su operación aritmética favorita la multiplicación de los panes y los peces bajo el disfraz de policía secreto. “Y sigue la escondida senda, por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido”
Entre el olor a madera, que perfuma su ropa, el hermano Virutas. Su aportación a nuestra falsa clausura será la de un oído fino para encontrar los nudos ocultos en los árboles, el cuidado del huerto bajo la mirada recta de su azada y mantener siempre el fuego encendido. De madera, fuego y tierra serán sus promesas, su fidelidad hacia el prójimo fuerte como sus manos. ”A mí una pobrecilla mesa de amable paz bien abastada”

Al mando del jardín y colaborando en el huerto, la joven y última promesa con raíces de bonsái y aliento de roble centenario, el hermano Thymus. Su único vicio el tabaco de liar mientras oye crecer los bulbos en las noches de luna llena. Todavía no sabemos mucho acerca de su ruido pero disfrutamos con su silencio. “Vivir quiero conmigo, gozar quiero del bien que debo al cielo”

El calor del hogar con aroma de azúcar quemada y aguardiente, de tabernas repletas de madrugada y brindis, nos lo proporciona nuestro hermano Cómico. Cuentacuentos sin moraleja, se encarga de recordarnos que somos niños atrapados en cuerpos de hombres bajo la dictadura de la culpa. Pensar en cosas invisibles será su promesa. “A la sombra tendido, de hiedra y lauro eterno coronado”

En su defecto de no saber quedarse quieto en una habitación, el hermano Pericales se encargará de manipular versos y viandas y de tocar las campanas anunciando maitines, mesa puesta y un cielo al que agarrarnos. “Despiértenme las aves con su cantar sabroso no aprendido”

Para todo el que quiera jurar hábito y vida, queda abierto el plazo de inscripción.



Los textos entrecomillados en cursiva son de la “Canción de la Vida Solitaria” de Fray Luis de León.





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