Un momento
En un perchero colgué mi tristeza de alquiler
esperando despertar por el taconeo de mi pluma.
Mirándolo descubrí la caída de mis días
y sin querer apagué la hoguera de mi consejo.
La rectitud me empujó a un laberinto
y la curva al llanto de la mañana.
¡ Espera!, le dije a la pena.
No me retires tu manto de agua.
No me lleves a lo inevitable,
a lo infinito, a lo pasajero.
Y tal que así, húndeme
en la nevada montaña.
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