domingo, 5 de agosto de 2012

EL LENGUAJE DE LAS FLORES






Aprendí de mi madre el amor hacia el mundo de las flores. Azucenas, celindos y lilos entre rosas contaban a mi madre sus secretos de debilidad, en un mundo todavía para mí, lleno de recreos, lagartijas y juegos de latas. Como islotes de color enredaba los tallos de mil flores y de esa manera, peonías, jacintos y violetas, jugaban al corro en cada una de las mesas de casa.

Hoy reproduzco ese rincón de mi niñez descubriendo el lenguaje de las flores e imaginando su murmullo ancestral en cada uno de los rincones de mi jardín.

El agua comienza su juego entre las estrellas de colores y salpica su frescor a la hierbabuena que me acompañará durante el té de la tarde. Monteverdi me regala sus madrigales para que mis palabras se hagan dueñas de la armonía. El patio roza la perfección para comenzar con el verbo de mis flores, mientras las golondrinas planean en busca del agua del pesebre.

El acebo corona la estampa como un talismán que nos protegerá del infortunio y nos acercará en días de crueles vapores, al frío de la Navidad.

A la pobre albahaca la liberamos de antiguos mitos y ya bajo sus hojas no viven escorpiones, ahora se cobijan notas de amor y recetas de vinos dulces.

De repente sueño con lechos de camelias, la emperatriz del invierno saluda a mi alma y me recuerda que mi suerte está en sus manos.
Mi sueño no cesa y se deja tocar en forma de ciprés. Su sombra alargada ya no me despierta el miedo de antaño y lleno de mortalidad pido a mi amada que las ramas de este ciprés vistan mi ataúd. De esta forma la muerte se hace presente y me recuerda lo bello que es la vida.

Fuera ya del sueño hablo con el geranio que reconforta mi alfeizar. Me pregunta con cierta inquietud por el azul de las lilas y yo le digo que se lo llevo una abeja juguetona a pintar mares de quietas aguas, donde también habita enredado con las caracolas el arrayán para proteger de ojos de lujuria, cuerpos de excitadas sirenas.

El romero y su remedio para el olvido me recuerdan que la mañana ya pasó. Se aproximan las horas del reinado del Dios Sol. Es hora de proteger de sus rayos la belleza y delicadeza de mis rosas mientras que me preguntan las muy coquetas, a cual de ellas quiero más.





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