viernes, 20 de julio de 2012

CONVERSACIÓN CON UN FOLIO EN BLANCO






Todavía me pregunto si fui  yo el que llamó a tu silencio o fuiste tú el que convocó a mi vacío.

Después de tender mucha ropa al sol reiniciamos una antigua relación pero todavía hay mutismo entre nosotros. Las palabras tropiezan confundidas entre dos idiomas.

Los espacios que no llenamos, aún nos miran con recelo. La tinta seca guarda en su alacena reproches acumulados de veladas que ya no recordamos y en las que ni siquiera estuvimos.

No se qué preguntarte para estar seguro de tu lealtad, no se si revelarte mi realidad o fingir  verdades en mil espejos rotos.
Esta vez quiero ir poco a poco, disolverme con el agua de tu cuerpo, entrelazarme bien entre tus fibras y formar una asociación perfecta entre tu luna y mi sol. Antes por supuesto tendremos que ordenar la lista de quimeras y secarnos entre corrientes de inframundos y bajo soles de belleza oriental.

Para ello, para recuperar el calor de nuestras estancias y el olor de tu sexo, te seduciré todos las mañanas con aromas de rosas de Alejandría, dejaré caer por tu espalda gotas de inspiración envueltas por esencias de azahar y te dejaré beber en mi mano caldos fermentados en la cueva del dios Dioniso.

Tú quizás me invites a pasear un día por la Odisea de Homero o quizás me conviertas en esa flor seca que guardaba Leonor entre sus libros o simplemente me refresques con la brisa de un atardecer en la antigua Venecia. Sólo así el detalle se mezclará entre tu aliento y mi saliva.

Entre tú y yo ya no existirán secretos, entre tu silencio y el mío ya no habrá desiertos.
Hemos sellado un pacto, tú te lavarás con mis sueños y yo te secaré con mi retal de palabras. 





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