lunes, 29 de julio de 2013

PUERTAS ABIERTAS





Mis años me hablaron esta mañana, levantaron la niebla para mostrarme que mi puerta luce un nuevo color. Desde hoy encontraremos al fondo de nuestro desobediente espejo el color turquesa dividido en dos alas y quizás, ahora sí, nos conformaremos de una vez por todas con lo que refleja el cristal.

Mi puerta que antes era un obstáculo como en la mirada de un preso, ahora será mi improvisación, y mi olvido me recordará cada minuto que ya no son necesarios más cerrojos, que esta puerta sí puedo dejarla abierta para que entre el frescor en las tardes de agosto, que ya puedo salir de mí y pasear por las calles de otros libros, soltero de adjetivos y viejas glorias.

Uno llega a soñar con la aldaba que musitará su puerta, con la geometría de rejas de limpios esmaltes alejadas del luto de jóvenes viudas, con el lino de los transparentes visillos que te dejarán ver llegar el contorno de las estaciones.

Me gusta mi puerta tapizada de caminos y cicatrices, su óxido bañado por los días de lluvia junto con su olor a resinas del corazón, su cerradura sin llave que rompa el silencio a la madrugada.

Si me encarcelan dentro escaparé vestido de humo por la chimenea, si me enjaulan fuera me convertiré en limadura de haz de luz y entraré por el ventanal.








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