sábado, 19 de abril de 2014

HACIA DÓNDE VA MI GRANADA








Los recuerdos,  sed de mi garganta paseo tras paseo, observan como Granada va perdiendo sus más seniles rincones de otras formas de vida, de otras formas de pasear, de otras formas de besar y de mirar. El agua para la tierra, el aire con el fuego han cambiado de sabor, de olor, de sonido, de piel y es que la puñetera globalización va infectando todo remanso de vetusta existencia.

Yo, conquistado hasta los huesos por Granada, me sigo derramando en cada calle, fuente y arco de herradura; yo, que inclino mi cabeza al entrar a la calle del Beso,  que levanto mi mirada de alfarjes enamorado, que recito a diario el lema: “el corazón manda”, contemplo cambios no sé si de vejez o de añoranza.

 Los comercios y los bares del centro en los que antes era frecuente el aroma a hogar han cambiado el papel de estraza por el plástico, la tiza de las barras por la tablet, el suave tacto del mostrador de madera por el metacrilato, el bargueño del anticuario ha desaparecido por souvenir en forma de falsa taracea. Ya no hay ramos de flores en Bibarrambla, ni tertulia de poetas en el Suizo, ni reuniones de sombreros con abuelos en las plazas, ni silencio en la Alhambra.

 Desde entonces para recuperar parte de mi Granada he de salir a las nacientes horas del alba cuando los turistas todavía hacen gárgaras con la noche anterior, rezan las campanas una anónima esperanza  y  el olor a churros todavía no emborracha a la mañana. Es entonces cuando los tilos de Granada estiran sus brazos hacia el cielo a la caza de olor de borrascas, cuando el Darro se peina con los bigotes de los gatos y en alguna casa del Realejo suena Morente abrazando a la suerte que da la calma.

Será quizás que la vida también consiste en ver como la memoria cambia de clientela, en ver como desaparecen entre el albero de mi alma mitos, ritos y pitos.




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