sábado, 7 de abril de 2012

SEMANA SANTA EN EL RITZ



LOS DESAYUNOS DEL RITZ

San Juan de la Cruz se asoma por la rendija de mi ventana para guiñarme un ojo y con cara de niño malo recordarme que hoy hay pucheros en mi cocina.
Abro las balcones esperando que alguna ninfa me cante su lamento, pero hoy no es día de lamentos, es Semana Santa y en mi tierra eso suena a alegría.
 Inundo mi casa con incienso deseando que el humo nos descubra los secretos de la ruta de la vida, de la imaginación, del pensamiento.
Como cada día un nuevo telón y una nueva historia y siempre  tres  condiciones para el guión: amar la vida, llorar la vida  y reír la vida.
Cónsules de la China se mezclan con labradores,
vecinos del alma me hablan de viñedos de doradas uvas,
los rosales empiezan a oírse en su despertar
mientras que la tímida clematis se esconde.
La matalauva comienza a envolvernos con sus vapores.

El  segundo café ya está en nuestras tazas (de anís ni hablo) y en la mesa miles de sueños, de viajes, de maletas desechas, de historias de amor, de pañuelos de pasadas batallas.
 Las partituras en blanco empiezan a respirar y miles de notas nos llevan a la armonía, al ritmo, al pellizco del cante.
La casa empieza a oler a siglo XIX en la Alhambra, a Bib-Rambla en mayo, a churros con chocolate, a tabaco de pipa, a aguardiente de taberna….a amistad.
Los coloretes se pasean por nuestras mejillas. Miramos el reloj y el ruido de la calle nos recuerda que ahí fuera hay otra realidad por descubrir. Nos despedimos… el Ritz queda en silencio. 

                    A mi amigo Javi por dejarme cantar en el jardín de su alma


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