viernes, 8 de marzo de 2013

VIAJE AL REINICIO







Me fui un día de luna de frío, de nieve de cielo azul y regresé un día de agua de nieve fresca derretida al sol, de estrellas untadas de dulce sabiduría y lecciones que aprendí en 100 kilómetros de ida y vuelta de almendros en flor.

Viaje al mar de las raíces peinadas y escurridizas, cargadas de olores a laca de mis mayores, de conversaciones con mis últimas 50 reencarnaciones y de incursiones en la realidad de los sueños de hace 20 años.

 Viaje por la sal de mis lágrimas, por la humedad de mis cicatrices y por el último de los miedos del más inseguro de mis versos. Viaje en el que se repiten dos de las palabras que me harán envejecer más lentamente y sin motivo: reinicio y escape. Dos buenas soluciones.

Cada 100 metros un nuevo movimiento que me hace crecer, un viejo paseo iniciado hace apenas unos años, que me llevará con una tímida sonrisa a entender el misterio que hay detrás de la última respiración.

 Los momentos pensados pero no vividos los reinicio de nuevo para encontrar la fuerza de aquellos, mis héroes de plástico. Remuevo la tierra de mis recuerdos y descubro los papeles de sangre que escondí en aquella gruta sembrada de pozos de deseos. Aquellas luminarias vuelven a dar luz a mis montañas, la nieve lame por fin mis magullados anhelos.

Codiciar la eternidad  para la música en mi hogar. Regocijarme al programar mi próxima huida y escapar al saber que no hay perdón para todos mis pecados. Estas serán mis estrategias de recetario, los condimentos que sazonarán mis emociones cuando sienta el peso de un halago sobre mi nuca.

Escapar sin despedirse, sin tener que dar explicaciones pero eso si sabiendo que regresaré mañana.




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