miércoles, 7 de agosto de 2013

POEMA A MI HABITACIÓN





Tengo una nueva habitación para estos días. Ya la tenía, blanca y risueña, decorada con recuerdos de noches impregnadas de amistad, en donde el aroma de las castañas todavía se puede averiguar, y esa casta que dan las olas de la cal rota en mis paredes, junto con el gruñir de las sillas de anea en espejos del alma. Como en estampas de hace 60 años, pero esta vez en color, orzas con lañas, planchas de hierro y almirez, nos reciben con un guiño y no sin antes tocar su piel, abrimos sus arcones para pensar en aquellos días de sangre y sudor pero también de hornos de pan libre y braseros enjaulados con pájaros de fuego.

Sigamos presentando con caricias a los animalillos que ya me reconocen en mi reestrenada habitación.
Triste y callada pasa sus días una antigua radio color de campo segado, su dial es como una larga carretera con puestos de agua fresca que dió alegría a las mañanas de abuelas entre pucheros y fogones de reunión. Si yo pudiera hacerla cantar, tensaría sus cuerdas para hacer bailar a las manos gitanas de su vecino, un candelabro forjado por la luna y sus caracoles.

El reflejo de los ojos de mi padre también pasea por esta habitación impregnado en el cristal de su quinqué. Cierro los ojos y veo a mi abuela, a sus grandes manos llevando la lámpara para alumbrar el miedo de las noches de mi padre.

Aspas de molinos viven en el suelo de mi habitación, geometrías infinitas bajo el peso de mi rastro, que pule sus secretos. A veces se ponen en movimiento con el viento de mis sueños y volamos buscando terrazas fértiles donde la arcilla en mi cara me proteja de aventuras de ahorcados.
Un sol pintado con cenizas de mar corona la salida de la chimenea, vereda de ratoncillos vagabundos, temerosos de los gatos del hambre. Un oleaje de lunas moras, donde hacen el amor  en camas de espuma  estrellas del cielo y estrellas de la mar. 

La plaza empieza a despertar anunciando sus tesoros: melones de la Mancha dulces como los besos entre uvas y queso, bollos de pan de aceite, ”salaíllas” de Granada, alianza en Trinidad de aceite, trigo y sal con una sola esencia; tomates de la vega en donde la nieve se hizo sol y de fondo ¡sorpresa!, la voz y el beso mellado de mi pariente de apodo Viseras, esencia de una tierra de hombres de barro, escarcha y miel.
Se va la mañana en mi habitación, comienza el reinado en la siesta del borrego, ronquidos de barro publican el polvo de mis calabazas; se acerca esa hora en que maduran las uvas.




No hay comentarios:

Publicar un comentario